Migraña

Un ataque de migraña es un evento cerebral complejo que puede producir una gran variedad de síntomas neurológicos y sistémicos. Aunque el dolor es su característica más prominente, la migraña puede incluir otros síntomas que ocurren antes, durante y después del dolor y que pueden resultar incapacitantes para quien los sufre.

La migraña es la causa más común de cefalea en la neurología pediátrica y ha sido reconocida como una de las enfermedades neurológicas más prevalentes en niños y adolescentes en todo el mundo, afectando al 5-10% de la población pediátrica en múltiples áreas de la vida. La edad media de inicio de la migraña es de 7,2 años en los niños y 10,9 años en las niñas, y la prevalencia de migraña aumenta con la edad.

En los adultos, la migraña es un trastorno de cefalea primario recurrente con una prevalencia de 8,6% en varones y 17,5% en mujeres.  Las migrañas se encuentran entre las condiciones más incapacitantes y onerosas. El estudio de la Organización Mundial de la Salud ‘La Carga Global de Enfermedad’ (Global Burden of Disease, 2013) clasificó la migraña como la sexta patología incapacitante más común. Tiene un impacto significativo tanto en la salud mental como en la física, ya que puede perjudicar el desempeño de la escuela o del trabajo a fin de disminuir sustancialmente la calidad de vida, llevando al aislamiento social. El problema se vuelve aún más significativo cuando se asocia con otras enfermedades como las autoinmunes, gastrointestinales y psiquiátricas.

Un gran número de pacientes progresa de tener migraña episódica a migraña crónica, la segunda afectando al 1% a 2% de la población. Este es un proceso gradual, inicialmente cambia de migraña episódica de baja frecuencia a una de alta frecuencia y eventualmente a migraña crónica. 

La IHS (International Head Society) las clasifica de acuerdo a la presencia o ausencia de aura y si es episódica o crónica.

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Se debe diagnosticar migraña crónica cuando se reportan al menos 15 ataques al mes que cumplan con criterios diagnósticos de migraña previamente mencionados durante al menos 3 meses consecutivos. Esta resulta en mayor incapacidad funcional comparada con la episódica.

Como tal, la migraña es algo parecido a la epilepsia. Ambas condiciones reflejan cerebros que contienen neuronas que son anormalmente sensibles y, como en la migraña, la fuente de esta sensibilidad en la epilepsia puede ser genético. La migraña y la epilepsia son comorbilidades (es decir, si uno tiene migraña, es más probable que sufra de epilepsia que lo que normalmente se espera y viceversa). Consolidando aún más esta relación es el hecho de que varios de los medicamentos más efectivos para la prevención de la migraña se desarrollaron para tratar la epilepsia (por ejemplo, el valproato de sodio).

Por lo anterior, en la actualidad, la terapia disponible para prevenir o reducir la frecuencia y la gravedad de los dolores de cabeza incluye, con eficacia y seguridad, a fármacos antiepilépticos y su uso ha sido aprobado en adultos en Europa desde 2003 y en Estados Unidos desde 2004. Se considera que el mecanismo está relacionado con la actividad de neuronas inhibitorias, que se considera deficiente en la migraña y mejora con los fármacos mencionados.

La patogénesis de la migraña aún no ha sido completamente entendida. Hay evidencias que niveles anormales de serotonina y sus receptores están implicados en este proceso; estas sugieren que un bajo nivel de serotonina facilita la activación de la vía nociceptiva trigeminovascular.

Algunos neurotransmisores y sus agonistas pueden aliviar la migraña, y antidepresivos como los inhibidores selectivos de la recaptura de serotonina se han utilizado con éxito como tratamientos profilácticos.

La potencialización de la neurotransmisión o actividad GABAérgica y serotoninérgica mejora significativamente esta patología.

Los estudios neurofisiológicos con frecuencia muestran actividad paroxística o datos de hiperexcitabilidad, que correlacionan con deficiencia de la neurotransmisión inhibitoria, donde los neurotransmisores GABA y serotonina juegan un papel primordial, por lo que la potencialización de su neurotransmisión impacta significativamente en la mejoría del paciente.

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